Abriendo Regalos de Cumpleaños

Tras una sonrisita victoriosa, la kitsune se levantó tan sólo para levantar la prenda que hubiera dejado tirada y meter los pies para subírsela hasta el pecho, sin colocársela por completo al dejar los brazos fuera para sostenérsela por la parte frontal, porque de todas maneras tendría que desnudarse en el baño. Sus pies luego de eso, la llevaron directamente a la figura del muchacho, y le sonrió con verdadera inocencia antes de llevar una mano a su mejilla para acariciársela.

-¿Viste? Podemos ponernos de acuerdo fácilmente, es cosa de que quieras. Deberías estar feliz de que no te tocó un pet inocente y tierno, porque ése seguramente no hubiera aguantado tu desinterés; tú necesitas a alguien que aprenda a amaestrarte, en serio –sonrió una vez más, y tras robarle un nuevo beso fugaz en los labios subió como rayo escaleras arriba hasta encerrarse en el baño entre risitas suaves.

La delgada figura de la rubia salió del baño acompañada de una pequeña nube de vapor tan sólo minutos más tarde, con el cuerpo envuelto ligeramente húmedo por una delgada toalla que apenas le llegaba a la mitad del muslo, pero mantuvo las manos sosteniéndose la tela por sobre el pecho cuando apoyó un hombro sobre la puerta el cuarto y sonrió un poco. Quizás se estaría ganando el odio o el rencor del muchacho, pero era el desquite de ella por el desinterés de él.

-Toc-toc –canturreó tras imitar el sonido de sus nudillos tocando contra la madera, y se cruzó los brazos frente al busto–. ¿Interrumpo...?

Definitivamente, estaba mucho más tranquila luego de un baño relajante, pero eso no le borraría su personalidad; y quizás odiaba un poquito eso de sí misma, porque él seguía pareciéndole irremediablemente lindo, y era una lástima que seguramente él no llegaría a verla como otra cosa que no fuera un objeto.

Los pasos calmos de los pies descalzos de la fémina avanzaron con tranquilidad y paciencia por el suelo frío, hasta girarse con suavidad a manera de sentarse al borde de la cama con las rodillas juntas y ambas manos sobre el pecho, sosteniendo la toalla. Pero su mirada permaneció algo ida, baja con la mente dispersa. No iba a mentir, se sentía como extraña, porque todo ese mundo resultaba nuevo para ella, y aunque tenía en la cabeza una clase de teoría general incluida que le ayudaba a hacer todo por instinto como si siempre hubiera sabido hacer todo, nada se comparaba con vivirlo.

-... Alan –llamó en un susurro quedo, sin buscar su mirada, y bajó las manos hasta su regazo con cuidado–... ¿Puedo preguntarte..., quién fue la persona que me compró, y de quien me recibiste...? Es que... pensaba que debe ser alguien especial, para que me aguantes –sonrió un poco, con una gracia algo extraña.

-Quizás... en realidad no tengamos nada de especial –coincidió quedito, pensativa, ida en sus propios pensamientos insufribles–. Somos creaciones humanas, con emociones demasiado humanas para mi gusto... El miserable resultado de los deseos carnales de la gente que busca la satisfacción personal sin muchas complicaciones; pienso que lo hacen porque entre más parecidos seamos a los humanos, es más fácil acostumbrarse a nosotros –le miró apenas, mientras secaba su largo cabello rubio–. Las orejas..., las orejas y la cola pienso yo, son lo único que nos diferencia; además del poder del amo sobre su mascota, claro.

Entonces comenzó a preguntarse algo interesante. ¿El amor a primera vista existiría realmente, o era sólo una ilusión que les hacían pensar al implantárseles la función a los pets? Si ella fuera una humana normal, ¿se habría enamorado de Alan como creía estarlo ahora...? ¿Y él, se habría fijado en ella si hubiera sido una humana normal...?

-Hablando en serio..., nadie termina en la cárcel por matar un perro o un gato –sonrió irónica, aunque con debilidad, casi con tristeza–. ¿Crees que por violar a un pet funcionaría...? Cualquiera terminaría diciendo que habría sido el pet en insinuársele a su violador... –lo miró con atención, apretando un instante los labios, muriéndose de ganas de tirársele encima y besarlo; él era tan lindo, y ella era tan... in-humana–... ¿Crees que el daño psicológico sea grave?... ¿Pero qué me dices del emocional...? Apuesto que no has pensado ni siquiera un poquito lo que podrías causarme a mí, tras haber quedado prendada de tu persona y... recibir puros rechazos, ¿no es así...? –preguntó quedito, apenas audible, porque en realidad, ni siquiera sabía si quería que él la escuchara.

¿Pero qué más daba? Nada iba a cambiar, su destino era ser una mascota, amar a su amo y vivir por él hasta que se cansara de ella, como todos los demás pets que andaban por ahí. Era un triste final, pero era imposible pedir más.

Tras un pequeño suspiro gracioso de ella, el cuerpo estilizado de apariencia delicada se giró sobre el colchón, colocando sólo una pierna sobre el mismo y dejando que la otra quedara al borde a modo de darle completamente la espalda al muchacho. Ahí aprovechó para recogerse el cabello llevándoselo por un lado sobre el pecho para que no le estorbara a él, y soltó con cuidado la toalla que cayó hasta las caderas ligeramente redondeadas, dejando la clara piel de porcelana de toda la espalda femenina a plena vista de su acompañante.

-... Sólo... creo que siento curiosidad –admitió al cerrar los ojos, relajándose un poco a sí misma–, por saber cómo podría ser la persona que consiga atrapar tu atención, y tu corazón...

-¡Tiene que existir! –ahogó bajo antes de reír quedamente–. Es imposible que jamás te enamores, estoy segura que algún día sucederá... –afirmó terminando de acomodarse la camisa para prenderla por el frente con cuidado; le quedaba algo holgada, y ligeramente larga, pero le restó importancia mientras doblaba las mangas para su propia comodidad, entonces volteó un poco para mirarle de reojo y sonreír–. Además, no creo que alguna chica no se haya fijado en ti antes, eres muy lindo y pareces alguien inteligente y centrado... Debió gustarte alguna chica, ¿no? ¿Sino cómo habría sido tu primer beso...?

La risita queda apenas se escuchó, mientras la chica se ponía de pie sosteniendo la toalla sobre sus caderas a la hora de posarse frente a él y levantar un poco el borde inferior de la tela de modo de poder meter las piernas en la prenda que, esperaba, él le tendiera para poder entrar en ella sin remover la toalla de un jalón. Tenía la leve impresión de que sólo lo abrumaría de volver a hacerlo.

-... Lo siento, tenía la idea de que quien me hubiera comprado era porque así lo deseaba –le miró unos segundos–, no esperaba a alguien que no tuviera deseos ni de tocarme, y sinceramente... eres toda una tentación, y un reto también –admitió sin pudor alguno, tras una sonrisa repleta de inocencia.

-¿No importa...? –repitió ella tras alzar lo suficiente la falda en su cuerpo para poder soltar la toalla, pero de nuevo el holgado de la prenda era notable, y se vio obligada a hacer varios dobladillos para que quedara lo suficientemente justa para que no se le cayera, sólo que aquello había acortado la falda hasta poco más arriba de medio muslo–. ¿Seguro...? –cuestionó con seriedad, con la mirada clavada en sus ojos luego de buscar sentarse a su lado–. Entonces... si es sólo un beso, y no importa realmente, ¿podría...? –apretó los labios, en el fondo esperanzada–... ¿Me dejarías besarte...? Un beso real, no de piquito...

¡Es que ella realmente quería besarlo! Llegar más lejos que un simple roce, y es que si no iba a poder conseguir un contacto mucho más íntimo, al menos quería saber lo que se sentía besarle. Y como el parecía tan desinteresado por todo... la esperanza de que aquello le diera lo mismo también estaba...

Las manos de ella detuvieron al instante las de él, inmovilizándolas en su lugar sin dejarlas terminar su trabajo mientras ella tragaba duro, todavía atravesándolo con aquella mirada intensa y tan expresiva que ella poseía. ¿Acaso tan difícil era creer que era sincera...? ¿Tan difícil era creer que ella podía sentir algo más allá del deseo sexual...?

-¿Te es muy difícil creer que realmente me gustas...? –preguntó con cuidado, buscando leer alguna reacción en su rostro, pero no lo soltó–. Por más que tenga implantadas funciones que me hagan saber o hacer las cosas por instinto, nada se compara a vivirlas... Realmente, sólo deseo besarte... ¿Me dejarías...? Y te daré mi palabra de que me portaré bien el resto del día, haré absolutamente todo lo que me digas, y no te molestaré... –¿Tanta desconfianza le producía ella con sus acciones...? ¡Qué más daba que no lo conociera, si igual sentía que estaba loca por él!

-Qué antisocial..., ¿apoco no dejas que nadie te abrace...? –cuestionó como en broma, aunque sin esperar realmente una respuesta de su parte, y le soltó permitiéndole terminar de acomodarle la falda y el cinturón, logrando que la prenda volviera a llegar por poco hasta sus rodillas; aquello era anticuado, e incómodo para ella, pero estaba prometiendo hacer caso y no quejarse.

Una vez terminó con aquello, buscó tomar la mano del muchacho con cuidado, a modo de que él no se alterara ni asustara por sus acciones, y buscó jalarlo de regreso a la cama para que se sentara. Entre más cómodo estuviera, más fácil sería para ella; aunque igual estaba segura de que para él no sería nada fácil de todas maneras.

-... De acuerdo –aceptó apenas subiéndose a la colcha, sentándose al borde y a su lado para dejarlo a él de espaldas contra el respaldo de la cama y las abullonadas almohadas. Su mirada, por pura inercia, se centró en los labios de él–. Si a cambio me dejas besarte, soy capaz de cualquier cosa...

Fue la yema del dedo índice lo primero que llegó a hacer contacto con labios de él, apenas acariciando la tersa piel de su labio inferior con cuidado y deslizándose hasta la comisura del mismo. Era mucha tentación, y aún sabía, debía recordarse que pasara lo que pasara, se mantendría a raya, porque no quería asustarlo ni sobrepasarse, lo había prometido.

-... Claro... –susurró poco audible ya para ambos, y su rostro terminó se acercarse al de él con lentitud, posándose muy suavemente sobre su boca.

La supresión de la incitación tuvo que llegar al instante por parte suya apenas rozar la boca del muchacho, y la leve presión apenas aumentó mientras buscaba introducirse en su cálida boca, virgen, se recordó, y su mano tembló mientras peleaba por viajar a la nuca del pelinegro; el sabor indescriptible y embriagante la abrumó apenas ingresó, cuando con movimientos delicados buscó incitarlo un poco, probar un poco más de aquellos labios, de su boca, y del jugueteo inocente de sus lenguas en pleno roce, acelerándole la respiración. En definitiva, él era todo lo que podía querer.

Con mucha suavidad, casi imperceptiblemente el cuerpo del muchacho se vio inclinándose de espaldas contra el respaldo de la cama y las mullidas almohadas, con la rubia regresándole el intenso contacto con igual energía, igual de encantada, igual de perdida. El corazón le latía como desbocado amenazando con salir de su pecho, y la fina mano femenina esta vez no se detuvo para posarse con delicadeza sobre el cuello del muchacho, escabulléndose hacia su nuca, apretando con la otra mano libre el acolchado como silencioso desahogo a las intensas sensaciones que el sólo roce su boca contra la de ella le hacían sentir

Pero no se detuvo, incitándole entre roces húmedos y desesperantes a más correspondencia, a profundizarlo hasta que el aire se le acabara, a que la mente se le desconectara por completo y pudiera sentir eso mismo que ella estaba sintiendo; La nube esponjosa, el corazón latiendo dolorosamente fuerte en la prisión de su pecho, la respiración acelerada, la sofocación de su cuerpo subiendo de temperatura...

Era increíble cómo todo podía valerle nada cuando podía notarlo responder de aquella manera.