Esperando el momento

Es día se había levantado nerviosa en buen principio pero según fueron pasando los minutos del día su nerviosismo se fue calmando. Necesitaba hacer unas compras y recoger bien el departamento así que se levantó temprano para que la llegada del pet no le tomara por sorpresa.
Vestía con un short negros, doblados de las piernas, y un pequeño top blanco que más bien parecían unas simples alas tapando el pecho. Conjuntó aquello con unos guantes a medio dedo negros y un cinturón caído blanco.

Había dejado el piso impecable, cosa rara en ella pero de ahora en adelante debía mantenerlo así y plegado las compras en su debido lugar. Ahora solo le quedaba esperar la llegada del pequeño Ritsuka. Se dejó caer pesadamente al sofá, prendió el televisor y esperó el momento.

El mensajero toco al timbre de la puerta y se fue dejandome allí.
Acababa de salir del Pet Shop. Al entrar a por mi me pusieron una venda, ni siquiera vi a quien me la puso. Me dijeron que la persona que me quitara esta venda sería mi nueva ama y que me enamoraría de ella. Me hacía mucha ilusión verla pronto, pero no sabía si le llegaría a desilusionar.
Esperé impaciente en aquel lugar, escuchando dos cosas: el sonido del piar de los pájaros y el latido de mi corazón que iba aumentando de velocidad a medida que pasaba el tiempo.

Al escuchar el timbre dio un pequeño vuelco en su lugar, no esperaba ponerse nerviosa pero a poco le dio un infarto al momento. Suspiró relajándose lentamente, caminó hasta la puerta y la abrió lentamente encontrándose con el vampiro.
Arqueó una ceja al verlo solo y con aquella venda, miró alrededor y regresó la mirada al chico.

-Tu debes de ser Ritsuka, ¿ne? - Comentó llevando las manos al nudo de la venda para poder quitársela. Una vez desecho la dejó caer al suelo y le observó con una sonrisa. - Yo soy Aya y este tu nuevo hogar. -

Se apartó de la entrada he hizo un gesto con la mano para que se adentrara y enseñarle el lugar.

Escuché como mi nueva ama abría la puerta. Y me reconoció, sabía mi nombre y todo.
Al escuchar su voz me sonrojé un poco, me gustaba, era como una dulce melodía que me gustaba.
Y luego allí mismo me quitó la venda de los ojos.
HIcé una pequeña mueca, porque la luz del sol me cegaba, pero pronto pude distinguir la figura de mi ama.
Una chica rubía de ojos carmesíes un buen cuerpo y sonrisa perfecta. Como me habían comentado sería amor a primera vista, no podía negarlo.
Mi sonrojo se incrementó un poco y ya se hacía notar en mis mejillas.
Entré en la casa un poco timido y la entrar dije.
-Con permiso-

Parpadeó unos segundos observando como entraba y cerró la puerta una vez dentro. Colocó las manos sobre sus hombros aún manteniendo aquella sonrisa la cual se amplió levemente al ver aquel pequeño sonrojo.

-Siéntete libre de hacer lo que quieras y cuando quieras. Te mostraré el piso, es pequeño pero supongo que así está bien por el momento. - Comentó señalando la cocina, era pequeña pero lo suficientemente grande cómo para cocinar tranquilo. Era estilo americana, simplemente una pequeña mesa la separaba del comedor.

Poco a poco le mostró el resto del hogar, tampoco había mucho a mostrar y tampoco se mató demasiado en explicar en como colocar las cosas y demases ya que ella no era una amante del orden estricto. Una vez entró al dormitorio rió algo nerviosa.

-Esto… perdón pero solo hay una cama. Si te incomoda que durmamos juntos puedo dormir en el sofá por el momento hasta comprar otra. -

No quería incomodarlo y mucho menos presionarlo, quería esperar a que el pequeño se acostumbrara al nuevo entorno y saber como tratar con él.

Miré la cama y luego a mi ama.
-No, no pasa nada. Podemos dormir los dos juntos.- Le sonreí de una manera inocente e infantil. Me encantaría dormir con mi ama.

Un pequeño color carmesí asomo bajo sus ojo al ver aquella sonrisa, quedándose en silencio unos segundos.
Negó con la cabeza regresando los pies a la tierra.

-Mañana iremos de compras, ¿te parece? Quiero comprarte algunas cosas. - Caminó hacia una de las sillas que habían en la mesa de la cocina. - ¿Te apetece hacer algo, pequeño? No se si tengas hambre. -

Ladeó la cabeza con mirada interrogante, esperando alguna contesta.

-Me gustaría comer algo preparado por Aya-Sama.- dije sonriendo tiernamente.- Y si quieres yo también puedo ayudarte. Y si! Ir de compras es una buena idea!- dije muy feliz, tanto que al sonreir se pudieron ver mis colmillos.

No pudo evitar el dejar su mirada fija en aquellos colmillos, sonrió como nunca al verlo de aquella manera tan feliz.

-Hoy deja que te prepare algo por mí misma. - Fue hacia el otro lado de la mesa para abrir la nevera. - A ver… - Observó lo que tenía en ella y tras pensar un rato saco algunas cosas dejándolas sobre una encimera. - Espero que me salga bien, no estoy acostumbrada a cocinar para los demás. - Comentó cortando una cebolla en tallos finos, casi transparentes.

A la hora de cortar un diente de ajo se le fue la mirada al vampiro, se veía tan tierno así tan feliz… tan sumida estaba en aquello que el cuchillo se le deslizó mal y se cortó el dedo. Dio un pequeño grito soltando el cuchillo de golpe y agitando la mano casi al instante. Se llevó el dedo a la boca rebuscando algún trapo de papel con el que limpiar aquello ya el corte parecía haberle sido algo profundo.
Renegaba por sus adentros, llamándose torpe a sí misma…

Estaba sentado en la mesa del comedor tan tranquilo cuando de repente Aya-Sama gritó. Me sobresalté al escucharla y me dirijí a la cocina, pero luego un olor a sangre inundó toda la habitación. Era un olor dulce, similar al del chocolate. Llevé mi mano a mi boca, debía de controlarme, tenía que controlarme. De repenteun ardor subió por mi garganta....era la sed de sangre. Mis ojos se volvieron rojos, y esta vez llevé mi otra mano a la nariz, no podía seguir aspirando ese aroma. Desee salir de aquella sala a un lugar donde corriera el aire, pero no podía dejar a Aya-Sama con un corte en la cocina. Así que como pude me dirijí a la cocina donde el olor se volvía mas intenso, al igual que el ardor de mi garganta.
-¿Donde.....esta....el...botiquin....Aya-Sama?- dije como pude, me costaba abrir la boca ya que el instinto me decía que mordiera a Aya-Sama, incluso mis colmillos ya habían crecido un poco más, preparados para morder su blanca y tersa piel.

Ahora si la había echo buena, no solo tenía un corte doloroso sino que además había despertado los instintos del otro con su torpeza. Se apuntó mentalmente no volver a distraerse nunca más con un cuchillo en mano, pero por más que se lo habían repetido de pequeña siempre acababa viajando a la luna.
Agitó la mano libre con cierto nerviosismo, como diciéndole que estaba bien que no hacía falta que se preocupara aunque con solo verle los ojos de aquel color cierto espanto se asomó en ella. Al fin encontró el pequeño rollo de papel de cocina, rompió uno de los cuadrados y sacó el dedo de la boca para limpiarlo, haciendo cierta presión para detener la hemorragia. Aquello no paraba de regar, esquivó a Ritsuka y dio unos pasos dirección al baño pero se detuvo a escasos metros.

-Hmm… - De nuevo se giró para ir frente a él. - ¿Ne? -

Ella había provocado aquello y quería calmar al sediento, aunque en el fondo se sentía algo asustada, nunca había vivido algo como aquello.

Miré a Aya-Sama un poco desconcertado. ¿Acaso me estaba ofreciendo beber de su sangre? Una parte de mi me decía que la probara, que debería de estar deliciosa, pero otra parte de mi sabía que si empezaba quizás no podría parar. Así que después de unos momentos de lucha interior di media vuelta y sin decir una palabra salí de la casa. Un vez fuera apoyé mi espalda en la puerta y miré hacía arriba jadeando.
Esperé un poco y el ardor de mi garganta fue desapareciendo al igual que el color carmesí de mis ojos.
Esperaría allí fuera hasta que Aya-Sama parase su hermorragia.

Ladeó la cabeza sin entender aquella reacción, tal vez había echo mal. Suspiró y fue al baño para curar aquel molesto corte, no podía salir a buscarlo de aquella manera.
Tras mil renegaciones y algún que otro insulto al aire pudo detener la sangre y hubo limpiado mínimamente el dedo. Tomó la pequeña chaqueta que siempre solía utilizar y abrió la puerta de la entrada de par en par encontrándose con él.

-Ritsuka… Gomen. ¿Estás bien?-

Cuando Aya-Sama abrió la puerta me golpeó su olor natural, el que tenía desde que llegué a esta casa.
-Si Aya-Sama, perdón por salir así tan de repente, pero no quería morderla, no aún...tampoco se si usted esta preparada para que lo haga, y en ese momento me dearía llevar por mi sed, e incluso podría llegar a hacerle daño y eso es lo qe menos quiero..- dije mirando al suelo un poco sonrojado por lo que estaba diciendo y a la vez un poco triste.

De buen principio no supo como sentirse ante aquellas palabras, torció los labios y se puso a su altura llevando una mano a su hombro.

-No te pongas así, ¿ne? Volvamos dentro, tengo que darme una venganza con cierto ajo desquiciado. -

Sabía que en casos así gestos hablaban más que palabras así que simplemente sonrió con naturalidad y le estiró la mano, se le daba fatal hablar a veces y aquella al parecer era una ya que se le hizo cierto nudo en la garganta.

Levanté la cabeza y la miré con una sonrisa.
-Pensaba que te habías enfadado conmigo...me alegro de que no fuera así.- me acerqué a Aya-Sama y la abracé. Un rato después le miré a los ojos y levantando el puño dije.
-Se va a enterar ese ajo.- Y después sonreí.

Respondió al abrazo sin dudarlo, quedando atónita por unos momentos.

-Y ¿Por qué me tendría que enfadar? No hiciste nada para ello… -

No pudo evitar el soltar una pequeña carcajada, se le hizo gracioso el que le siguiera con aquello.

-Bien vamos. - Casi a brincos caminó de nuevo a la cocina, lanzando la pequeña chaqueta al sofá, ya la recogería luego.

Vio el pequeño desparrame que había dejado allí anteriormente con lo que cogió un paño húmedo de la fregadera y lo limpió. Guardó de nuevo el paño y echó el cuchillo a lavar para coger otro limpio y menos afilado, ya no se fiaba de ir con uno bien filoso. Cortó el ajo con el ceño fruncido, puso la carne a freír y la pasta a remojo. Ahora solo le quedaba esperar a que la carne no se le quemara.

Se quedó en la cocina observando con una sonrisa cada movimiento de su ama. Al ver que logró cortar el ajo empezó a dar saltitos de alegría por la cocina.
-Bien Aya-Samaa!!- gritó brincando por detrás de ella.
Luego volvió a quedarse a su lado para ver atentamente todo lo que iba cocinando con una cara de querer recordar todos los pasos para intentar cocinar él algún día.

Sonrió victoriosa y comprobó que la pasta estaba lista así que la puso a hervir mientras hacía el resto. Fijo su mirada en el vampiro, esta vez procurando no tener las manos donde no debía.

-¿Te apetece algo en concreto de postre? - Vertió el tomate a la sartén y lo dejó todo para que siguiera su tiempo. - ¿Te fijaste bien en como hice? - Rió levemente al ver como miraba atentamente. - A la próxima te dejo prepáralo tu. -

Miré a Aya-Sama.
-Pues no se...salimos a comer helado de postre?- pregunté ilusionado.
Luego la miré muy asombrado.
-De verdad?? Entonces debo fijarme más todavía por si se me pasa algo- dije muy feliz y empecé a mirar de nuevo la sartén y la pasta.

Se quedó pensativa unos segundos, llevó el índice al mentón terminando por aceptar aquella “proposición” al helado.

-Me parece buena idea, saldremos a por unos helados. - Revisó unos momentos la comida. - Fíjate bien, aunque igual estaré observando para que no te pase nada. Aunque no hagas como yo… que dije que me fijaba y a la hora de la verdad casi hago explotar la cocina. -

Ante aquel comentario un pequeño rubor asomó en sus mejillas y una pequeña gota recorrió su sien.

reí levemente al escuchar su comentario y la miré. Cuando la vi sonrojada la abracé.
-Kawaii nee!.- dije cuando esta ya abrazada a ella.- Sonrojada estas muy mona Aya-Sama.-dije sonrojandome yo también.- Y me alegro que vayamos entonces a por los helados, me encanta salir aunque sea a dar un paseo de 5 minutos.- dije sonriente.

Sonrió y le revolvió el pelo, intentando disimular como aquel pequeño sonrojo aumentaba haciéndose más notorio.

-Harás que me suban los colores… - Se soltó del abrazo y en poco hubo tenido la mesa lista. Apoyó los brazos en los hombros del pequeño algo incorporada para verle de frente. - Démonos prisa en comer y podremos dar un paseo largo, no solo cinco minutos. -

Sonrió ladeando la cabeza

Cuando Aya-Sama cortó el abrazo le sonreí y me dirijí a la mesa a toda velocidad para terminar cuanto antes.
Me senté y puse en mis piernas una servilleta para no mancharme. Cogí los cubiertos y miré la comida y luego a Aya-Sama.
-¡Qué buena pinta!-dije como pude ya que se me estaba haciendo la boca agua.-¡Itadakimasu!~-dije mientras empezaba a comer.